
Mientras andas atrapado en la telaraña de Sara Mesa (Madrid, 1976), te preguntas cómo lo hace, de qué está hecha la substancia esa que te adhiere a sus libros, ese alquitrán que te mancha mientras la lees y luego, horas y días después de cerrar por última vez el ejemplar. Con Cara de pan, vuelve a suceder. Su nueva novela lanza luces largas para iluminar terrenos limítrofes con Cicatriz (2015), la novela que demostró que más valía tener en cuenta a la sevillana de Madrid. La trama de Cicatriz era tan potente, morbosa y valiente que podía hacer a su autora más buena de lo que realmente era. Pero Mesa entregó un año después el volumen de cuentos Mala letra —su mejor trabajo hasta la fecha— y demostró que había venido para quedarse y, por el momento, ser siempre ella.